"Los nuevos planes educativos exigen que un niño a los cinco años sepa
leer, apostando por un modelo que fomenta la competencia, la utilidad y
el conformismo, e ignoran sistemáticamente la importancia de las
enseñanzas creativas a esa tierna edad. Porque lo que necesita un niño a
los cinco años no es saber leer, sino escuchar música y cuentos,
conocer su cuerpo y jugar con él, encontrar palabras y figuras que le
ayuden entender lo que siente y a encontrar su lugar entre los demás. La
educación ha dado la espalda al complejo mundo de sus afectos y apuesta
cada vez más por un individuo adaptado, pragmático, obediente a los
códigos de su entorno social.
Hay un momento único en que el niño descubre su sombra. Descubre otro
yo, alguien que le acompaña en secreto. Ese alguien habita sus
pensamientos y sus deseos más íntimos, es su doble escondido, su parte
proscrita. En Peter Pan, la novela de J. M. Barrie, el niño
volador regresa a Londres en busca de la sombra que ha perdido, pues esa
sombra le vincula a la isla de la que viene; y, a través suyo, a la
infancia, con todas sus fantasías y locuras. En esa sombra reside su
vitalidad, pero también cuanto de caótico y destructivo hay en él."
Un mundo sin sombra.
Gustavo Martín Garzo
El País. 17 de agosto de 2014